En Bodegas José L. Ferrer creemos que lo principal para elaborar un buen vino es obtener las mejores uvas y por ello llevamos años trabajando de la mejor manera posible nuestras tierras, para conseguir lo mejor de cada una de nuestras cepas.
La familia siempre ha creído mucho en la importancia de las viñas para el buen resultado de nuestros vinos y es por ello que aparte de apostar en el proceso de elaboración de vinos, desde el 2015 estamos llevando a cabo un proyecto de I+D+i en nuestras viñas para consolidar el conocimiento de las variedades autóctonas y sus calidades a través de un método de diagnóstico que nos ayuda en las decisiones de riego, poda, deshojado y aclareo. Todo ello con la ayuda de la Universidad de las Islas Baleares, Verdtech y el CDTI.
I+D+i
En nuestras viñas para consolidar el conocimiento de las variedades autóctonas
Bodegas José L. Ferrer cuenta con unas 140 hectáreas de viña propia y otras adicionales controladas, de proveedores con los que trabajamos día a día para obtener lo mejor de las cepas.
En estos viñedos cultivamos un total de 15 variedades de uva, de las cuales 8 son variedades tintas: las autóctonas Mantonegro, Callet y Gorgollasa, además de las foráneas Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Syrah, Merlot y Monastrell y 7 variedades blancas: las autóctonas Moll y Giró Ros, además de las foráneas Chardonnay, Parellada, Macabeo, Moscatel y Moscatel de grano menudo.
140
Hectáreas de viña propia
Todas estas variedades están distribuidas en unas 20 fincas situadas en los municipios de Binissalem, Consell y Sencelles, municipios que al mismo tiempo forman parte de la Denominación de Origen Binissalem.
Nuestros viñedos están situados en pleno centro de la isla de Mallorca, la Sierra de Tramuntana los protege de los fríos vientos septentrionales originando un microclima mediterráneo suave idóneo, con veranos secos y calurosos e inviernos cortos.
20
Fincas situadas en los municipios de Binissalem, Consell y Sencelles
Los suelos son de naturaleza calcárea y se han desarrollado sobre sedimentos aluviales aportados en el Cuaternario. Se caracterizan por una alta pedregosidad y coloraciones marrón-rojizas, debido al alto contenido en óxidos de hierro. Los Calcisols y, en menor extensión, los Luvisols son las formas más comunes. Estos suelos, con altos contenidos en hierro y microelementos, son muy adecuados para el cultivo de la vid, siendo las variedades autóctonas las que alcanzan la máxima expresión a partir de estas condiciones edáficas particulares.
El relieve de nuestros viñedos es en general muy suave y están situados a una altitud que oscila los 130 metros sobre el nivel del mar.